Se suele creer que al escuchar el crujimiento al mover las articulaciones (rodillas, codos o la columna), cuyo nombre técnico es crepitus, ocurren por artrosis o desgaste del cartílago. Estas creencias erróneas, según demostró C. J. Robertson (2017), provocan exageradas conductas de miedo a moverse (quinesofobia) y evitación de actividades.
Aunque no hay mucha investigación al respecto, ningún estudio ha demostrado una relación entre los crepitus y patología degenerativa articular. En el estudio de McCoy (1987) el 99% de los individuos que tenían crepitus no sentía ningún dolor en su rodilla. También se suele citar en estos casos el estudio de Donald L. Unger (Ig Nobel , 2009), que demostró que tras 60 años crujiéndose solo los nudillos de una mano, no había diferencias radiográficas ni dolor comparado con las articulaciones de la otra mano.
Las únicas consecuencias negativas que se han correlacionado con crujirse los nudillos frecuentemente( J. Castellanos 1990), son una cierta disminución de la fuerza en la prensión de la mano, y ligera hinchazón de los dedos. Y quizá el hecho de que se crujan más los dedos es una consecuencia de esa hinchazón y se hace como mecanismo de alivio, no es la causa. No hubo diferencias en cuanto a artrosis.
Estudios más modernos y numerosos (R.D. Boutin, 2017), no han encontrado diferencias en la exploración radiológica ni ortopédica entre los que crujen los nudillos y los que no.
Tampoco la «sensación de arenilla» se puede asociar a patología. Al contrario, algunos estudios (Beverland, 1986) relacionan esa sensación con fluido articular alrededor de la superficie rugosa articular. De hecho, las articulaciones artrósicas, con peor lubricación y menor movilidad, tienden a crujir menos.
Solamente debemos alarmarnos si los crujidos son dolorosos. En estos casos, el dolor puede asociarse a inestabilidad articular, que podría necesitar tratamiento especializado.
